EL NOVICIO

1.

Cada paso le provocaba un dolor insufrible. Habรญa dejado de sentir los dedos de los pies. Las agujereadas botas de piel con las que se arrastraba por la nieve en medio de la ventisca habรญan dejado de cumplir con su funciรณn. Apenas veรญa nada delante, la niebla se lo impedรญa. Pero tenรญa que seguir. La vida de la criatura que llevaba en su vientre dependรญa de que escapara. De manera instintiva volviรณ la vista hacia atrรกs por si alguien la seguรญa. Pero tampoco lo hubiera sabido, a su espalda tampoco se veรญa nada. Y estaba cayendo la noche. Necesitaba encontrar refugio cuanto antes. Llevaba muchas horas caminando, habรญa dejado muy atrรกs ya la aldea, pero aun asรญ sentรญa que la acechaban, que la iban a obligar a volver. Se dijo a sรญ misma que debรญa continuar hasta que no le quedara un hรกlito de vida. Continuรณ caminando.

El viento le trajo silbidos de furia, al chocar su corriente con alguna estructura. Alzรณ la cabeza y no muy lejos pudo distinguir entre la niebla lo que parecรญa una pared de piedra. Era una muralla o un edificio. โ€œEstamos salvadosโ€, pensรณ, y la esperanza le devolviรณ la fuerza necesaria para llegar hasta allรญ. Al acercarse mรกs, vio frente a ella una enorme puerta de madera con remaches metรกlicos. Sacando energรญa de donde no la tenรญa, corriรณ hasta la puerta. La golpeรณ con su puรฑo con la poca fuerza que le quedaba pero sus golpes apenas se hacรญan notar en aquella gruesa puerta. Aterida de frรญo intentรณ gritar, pero apenas salรญan ligeros gemidos de su boca. No podรญa creer que aquello se acabara allรญ, tan cerca de lograrlo. Se sentรณ hundida apoyรกndose en la puerta y arrebujรกndose con la manta de fieltro que la habรญa mantenido algo caliente todo el camino. Llevo su mano derecha a su tripa de siete meses de embarazo y acariciรกndola susurrรณ entre lรกgrimas: โ€œlo siento, hijo mรญo, lo sientoโ€ฆโ€.

Se encontraba ya cayendo en la ensoรฑaciรณn que quizรก les llevara a ella y a su criatura al paraรญso prometido por los dioses, cuando el sonido de un cerrojo a su espalda activรณ de nuevo sus constantes. A duras penas se levantรณ y apoyรณ la cabeza en la madera, rezando para que se abriera. Al otro lado, seguรญa sonando un mecanismo metรกlico. โ€œPor favor, por favorโ€ฆโ€ mascullaba entre dientes. Y la puerta se abriรณ ligeramente hacia dentro. Al otro lado, un hombre vestido con una gruesa tรบnica marrรณn rematada con una capucha que apenas dejaba entrever su cara sujetaba un farolillo en su mano derecha.

-Quรฉ quieres -dijo con voz profunda. Ella lo oyรณ perfectamente a travรฉs de la ventisca, como si le estuviera hablando desde su propio interior.

-Necesitoโ€ฆ necesitamos ayuda, por favor โ€“respondiรณ llevando su mirada hacia su abultado vientreโ€“. Vamos a morir de frรญo aquรญ fuera; harรฉ lo que sea, por favorโ€ฆ

El hombre se tomรณ unos momentos antes de tomar una decisiรณn. A ella sus lรกgrimas le bajaban rรกpidamente por los restos congelados de sus anteriores llantos. Finalmente, el hombre hizo un gesto con la cabeza y abriรณ del todo la puerta para dejarla pasar.


2.

El pequeรฑo Paulsen naciรณ a los 48 dรญas. Pero no fue un parto fรกcil. Los gritos de dolor de su madre resonaron por todo el monasterio. Los monjes nunca habรญan asistido a un parto, y no tardรณ en complicarse. El niรฑo venรญa de nalgas y el monje encargado de la salud de todos los ordenados no tuvo mรกs remedio que intervenir a la mujer. Pidiรณ un cuenco de agua caliente, trapos limpios y la navaja con la que practicaba las sangrรญas. Le puso a la mujer un palo envuelto en cuerdas para que mordiera. โ€œEs la รบnica opciรณn de salvar a tu hijoโ€, le habรญa dicho, y ella no habรญa rechistado. Mordiรณ el palo y el monje comenzรณ la operaciรณn, abriendo de arriba abajo el vientre de la mujer mientras otros dos monjes la sujetaban a cada uno de sus lados. El dolor fue muy intenso, pero finalmente el monje sacรณ al bebรฉ y se lo colocรณ sobre su pecho. Ella lo miraba con ternura, aรบn exhausta del esfuerzo y el sufrimiento.

-Llamadlo Paulsen y cuidadlo, por favor โ€“les dijo a los monjes, consciente de que su vida se apagaba-. Estรก destinado a hacer grandes cosas.

El monje que le habรญa asistido en el parto y que en ese momento trataba de suturar la incisiรณn que le habรญa hecho en el vientre alzรณ la mirada y asintiรณ. Ella muriรณ con el pequeรฑo Paulsen en sus brazos.


3.

Paulsen no era como los demรกs novicios. No le interesaban los escritos, las oraciones, el cuidado del huerto ni el estudio de la Kahntora, el libro que sustentaba toda la religiรณn de los Adsicris, la orden a la que pertenecรญa el monasterio. ร‰l habรญa descubierto la biblioteca del monasterio en el ala oeste y desde entonces no pasaba un dรญa en el que no se escapara de sus funciones a ojear una y otra vez los libros de aventuras que allรญ habรญa. Gracias a aquellos libros, habรญa incluso creado su propia espada de madera, con la que le encantaba practicar mientras se suponรญa que estaba con los rezos nocturnos junto al candil de su celda. Le encantaba leer, siempre que no fuera de evangelios, encantamientos, tradiciones, ritualesโ€ฆ todo aquello que le obligaba a leer el hermano preceptor. Las discusiones acerca de รฉl entre este y el abad mayor eran frecuentes.

-No sรฉ que voy a hacer con este chico, no creo que sea capaz de ser un hermano Adsicris โ€“se quejaba.

-No creo que su destino sea portar la tรบnica sagrada de Kahn -respondรญa con la misma frecuencia el abad mayorโ€“. Piensa, hermano preceptor, que รฉl es el รบnico que no estรก aquรญ por su propia voluntad.


4.

-ยกGuerreros! ยกVienen guerreros!

El novicio encargado de la vigilancia de la puerta corrรญa por todo el monasterio gritando, camino de la cรกmara del abad mayor. Cuando llegรณ allรญ tuvo que tomarse unos segundos para recuperar el aliento.

-Vienen guerrerosโ€ฆ a caballoโ€ฆ con antorchasโ€ฆ cientosโ€ฆ -dijo apresurado.

El abad mayor no pudo ocultar su cara de sorpresa y casi de miedo.

-Vamos, reรบne al Claustro, rรกpido. Nos vemos en la muralla.

El novicio volviรณ a salir disparado a avisar a la plana mayor de la orden.

En unos minutos se encontraban en lo alto de la muralla, justo encima de la puerta principal. Los guerreros estaban ya muy cerca.

-Quรฉ vamos a hacer โ€“preguntรณ uno de los monjes mรกs ancianosโ€“. Nos van a matar a todos, van a profanar suelo sagrado.

-No harรกn tal cosa. Hablaremos con ellos y primero veremos quรฉ quieren โ€“respondiรณ sereno el abad mayor.

Los guerreros detuvieron su marcha a pocos metros de la entrada principal. Uno de ellos, ataviado con un abrigo de pelo blanco de grandes hombreras y que portaba una gran espada en una de sus manos, se adelantรณ un poco.

-ยกMi nombre es Paul Reghart! ยกEstoy buscando a mi hijo! โ€“bramรณ dirigiendo su voz hacia los monjes que asomaban sus cabezas por el borde la muralla.

Paulsen observaba toda la escena desde una de las almenaras de la entreplanta que daba hacia la entrada principal. Una almenara que no se habรญa utilizado en muchos aรฑos. Cuando escuchรณ el nombre de Paul Reghart sintiรณ un ligero escalofrรญo. Su preceptor les habรญa hablado de ese hombre en sus clases de historia de la comarca. Reghart era el seรฑor que gobernaba con mano de hierro toda la regiรณn de las mesetas del este. Era especialmente conocido por su crueldad y su falta de escrรบpulos a la hora de acabar con la vida de cualquiera que se atreviera a oponerse a รฉl.

-Sabรญa que el chiquillo acabarรญa trayendo problemas -le susurrรณ precisamente el monje preceptor al abad mayor al oรญdo en lo alto de la muralla. El abad lo mirรณ con desagrado. Uno de los principales preceptos de su religiรณn era la de ayudar a los necesitados y dar cobijo a los perseguidos injustamente. No habrรญa negado la ayuda a aquella mujer ni aunque asรญ lo hubiera deseado.

-ยฟPor quรฉ supones que iba a estar aquรญ tu hijo? -respondiรณ alzando la voz, ignorando el inoportuno comentario de su subalterno.

-Dejadme entrar y lo discutiremos โ€“dijo a modo de respuesta.

Los monjes reunidos en lo alto de la muralla se pusieron nerviosos y miraron al abad mayor con cara de sรบplica para que no abriera la puerta.

-No podemos negar la oportunidad de parlamentar, asรญ lo demanda Kahn en su infinita sabidurรญa โ€“dijo finalmenteโ€“. Mandad a los novicios a sus celdas y preparad el gran salรณn para el encuentro. ยกRรกpido!

No querรญa que los ordenados tuvieran demasiado tiempo para dudar. Se dirigiรณ hacia el hombre que esperaba respuesta frente a la puerta.

-Abriremos la puerta y discutiremos la cuestiรณn.

Reghart asintiรณ y volviรณ la vista atrรกs para mirar a uno de sus generales. Este le devolviรณ un leve movimiento de cabeza y susurrรณ algo a los jinetes que tenรญa a ambos lados de su montura.


5.

Los mecanismos de apertura de la puerta resonaron por el pasadizo por el que Paulsen se dirigรญa hacia el patio interior. Habรญa desoรญdo la orden que los monjes habรญan dado a los novicios de volver a sus celdas. Sentรญa que la Orden estaba en peligro y el tenรญa que hacer todo lo posible por evitarlo. Llegรณ al patio y se agazapรณ tras una de las balconadas. Reghart y algunos de sus hombres estaban descabalgando. Varios ordenados se hicieron cargo de las monturas y se encaminaron hacia el establo, que estaba en el patio contiguo, junto a la huerta interior del monasterio. Pero antes siquiera de que pudieran salir de ese mismo patio, los hombres de Reghart desenvainaron sus espadas y les asestaron un golpe mortรญfero que los hizo caer inertes al momento. Reghart se dirigiรณ a sus hombres.

-Reunid a la tropa y buscad al muchacho. Debe tener ahora 16 aรฑos y si la leyenda es cierta, en su antebrazo derecho porta el emblema de Kahnsen, el ala del รกguila dorada. Matad a todo el que se interponga en vuestro camino, yo voy a hablar con el abad.

Un desconcertado Paulsen se levantรณ inmediatamente la manga derecha del hรกbito. Ahรญ estaba la marca. No podรญa ser cierto, รฉl no podรญa ser el hijo de ese monstruo. Los gritos de los monjes cayendo bajo las espadas de los guerreros sacaron a Paulsen de sus pensamientos. No dudรณ ni un segundo y corriรณ hacia la escalinata que bajaba al patio para intentar ayudar a sus hermanos.

Llegรณ al final de la escalinata y vio a uno de los guerreros que acababa de ensartar a uno de los monjes con su espada. Furioso ante la injusticia que se estaba produciendo corriรณ hacia รฉl y lo embistiรณ con su hombro con todas sus fuerzas. El guerrero, sorprendido, no tuvo tiempo de actuar y cayรณ al suelo desconcertado. Momento que Paulsen aprovechรณ para arrebatarle su espada y con furia asestarle un golpe brutal en la cabeza. El hombre quedรณ quieto en el suelo mientras de su cabeza brotaba un reguero de sangre. Paulsen alzรณ la espada, apretรณ los dedos de la mano que la empuรฑaba y se adentrรณ en los pasillos del monasterio en busca del hombre que habรญa causado todo aquello.

Antes de llegar al gran salรณn, vio como sus hermanos trataban de defenderse como podรญan, algunos encerrados en las salas, otros luchando con valor con los aperos de labranza frente a los guerreros armados a con sus letales espadas de acero. Allรก donde vio un guerrero, Paulsen arremetiรณ contra รฉl con su espada. Nunca habรญa practicado con ella contra otra persona, siempre lo habรญa hecho en secreto y en solitario, y ademรกs con una espada de madera fabricada por รฉl mismo. Sin embargo, el acero que sostenรญa no le era extraรฑo y los movimientos le surgรญan naturales. Asรญ, pudo frenar los golpes que al verle llegar le lanzรณ uno de los guerreros que trataba de abrir la puerta de las cocinas, donde varios ordenados se habรญan encerrado. Ante la incertidumbre del guerrero, sorprendido por que un crรญo mucho mรกs menudo que รฉl pudiera parar sus fuertes embates, Paulsen logrรณ rajarle el torso en un movimiento semi circular en diagonal, dando una vuelta sobre sรญ mismo como si estuviera practicando una danza.

Tras librarse de otros guerreros que intentaron cortar su camino de huรญda, llegรณ al gran salรณn. Allรญ estaba Reghart sentado a la mesa principal. Frente a รฉl estaba sentado el abad mayor, custodiado por dos de los generales guerreros, que de pie mantenรญan la punta de sus espadas a escasos centรญmetros del cuello del abad.

-Insisto en que no sรฉ nada de lo que decรญs, seรฑor. Aquรญ nunca ha nacido ningรบn niรฑo. Nuestros novicios son todos hijos menores que vienen voluntarios a aprender las enseรฑanzas de Kahn -le estaba diciendo el abad a Reghart cuando Paulsen irrumpiรณ en la estancia.

Paulsen admirรณ el valor del abad mayor. Y se dirigiรณ directamente a Reghart.

-Yo soy tu hijo. Detรฉn inmediatamente este absurdo ataque.

Se levantรณ la manga para enseรฑar su marca de nacimiento. Los ojos de Reghart se abrieron como platos.

-Asรญ que era ciertoโ€ฆ -seguidamente mirรณ a sus dos generalesโ€“. Cogedlo. Cuando acabemos con todos los demรกs volvemos a Palacio. Ya no hace falta ninguna religiรณn que seguir. Tenemos al elegido.

Uno de los generales atravesรณ el cuello del abad con su espada mientras el otro se dirigรญa raudo hacia Paulsen.

–ย ยกNooooo! โ€“gritรณ el joven al ver morir al que realmente habรญa ejercido de padre para รฉl.

Paulsen se deshizo de un preciso mandoble del guerrero que se habรญa lanzado a por รฉl. Reghart lo mirรณ con cierta admiraciรณn. El otro guerrero tambiรฉn intentรณ interponerse en el camino del joven y le lanzรณ un embate que Paulsen esquivรณ agachรกndose con velocidad. Arrodillado desde el suelo, lanzรณ sus brazos hacia adelante y atravesรณ el vientre de su enemigo con su arma. Las tripas de aquel hombre salieron de su cuerpo junto la hoja de la espada de Paulsen.

-No lo puedes evitar, es tu destino -le dijo Reghart cuando Paulsen se colocรณ frente a รฉl.

-Tรบ no eres mi padre. Tรบ has matado a mi padre.

La furia se reflejaba en los ojos del joven. Reghart se arrodillรณ frente a รฉl. Alzรณ la mirada y sonriรณ cuando la hoja de la espada de Paulsen le sajaba la cabeza de un certero golpe.


6.

Paulsen sintiรณ un cosquilleo recorriendo su cuerpo. Una fuerza inexplicable se estaba apoderando de รฉl. Y en ese preciso instante lo supo. Supo cuรกl era su destino y sintiรณ todo el poder que acababa de recibir.


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